Compartimos en esta oportunidad la columna de opinión del coordinador de nuestra Secretaría Ejecutiva, prof. René Larroucau (U. de Chile), sobre el actual estado de cosas del momento constitucional chileno:
Una de las obras inaugurales de la historiografía chilena, datada en 1674, tiene un nombre particularmente evocador: “Historia general del reino de Chile. Flandes Indiano”. Su autor, Diego de Rosales, dejó el manuscrito inédito por razones desconocidas y solo dos siglos después, bajo el empeño del incombustible Benjamín Vicuña Mackenna, pudo encontrar difusión por medio de las imprentas. La expresión Flandes Indiano no es casual: el vasto imperio español enfrentaba una sangría de hombres y recursos en sus dos extremos, en razón de dos conflictos bélicos interminables: las guerras de religión que desembocaron en la independencia de los Países Bajos y la denominada “guerra de Arauco”, que si bien para el imaginario colectivo quedó como una reyerta de tres siglos, lo cierto es que fue esencialmente como un pleito latente alrededor de una frontera estable (el río Biobío), en la cual se intercalaron breves episodios intensos con largos períodos de inercia.
La actual situación del momento constitucional en Chile tiene mucho de Flandes Indiano en estos momentos, en razón precisamente de estar en el final de un proceso constituyente caracterizado por su intensidad belicosa (2019-2022) que ha decantado en un hiato en las posturas, las cuales recién están empezando a esbozar bases de negociación -los denominados “bordes” de un potencial nuevo proceso-; en específico, la declaración de Chile Vamos del 22 de septiembre[1] y la respuesta evacuada en conjunto por las dos coaliciones de gobierno (Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad) y la Democracia Cristiana seis días después.[2]
Confrontados ambos textos, la situación que se nos presenta es la de dos bloques atrincherados: en el caso de la oposición de derecha, ella ha sucumbido a la tentación de apropiarse del resultado electoral del plebiscito del 4 de septiembre, presentando una minuta que puede sintetizarse en un solo concepto: gatopardismo. Cambiar todo en la forma para, en el fondo, no cambiar nada. En ese sentido, las bases propuestas por Chile Vamos muestran un Estado social (omitiendo su carácter democrático) meramente de fachada, puesto que en los hechos preserva un núcleo de subsidiariedad notorio a simple vista: en especial, en lo relativo a la protección de la propiedad “haciéndola extensiva a los fondos previsionales y al aprovechamiento de las aguas” y “la protección del derecho a elegir en materia educacional, de salud y previsional”. Lo anterior es una contradicción con sus propios pasos previos: en el documento que como coalición evacuaran poco después de la disolución de la Convención Constitucional -08 de julio-,[3] se esbozaron puntos que se acercan mucho más a la respuesta dada por las coaliciones de Gobierno + DC, que crearon expectativas que en los hechos no se estarían concretando. Si a lo anterior sumamos la tendencia a interrelacionar los debates propios del proceso constituyente con las contingencias de la agenda legislativa (ejemplo de ello ha sido la reacción de la UDI ante la iniciativa de la Ministra de la Mujer y Equidad de Género de avanzar en la revisión del reglamento relativo a las causales permitidas de aborto),[4] el ambiente se encuentra particularmente enrarecido, en el cual la actividad política parece más proclive a excavar trincheras antes que a permitir los necesarios acuerdos para superar el momento constitucional.
Lo anterior nos pone en la antesala de un largo compás de espera que mucho tiene de Flandes Indiano: no existiendo tales bases de acuerdo sobre los “bordes”, y extendiéndose indefinidamente las conversaciones en este sentido (si es que no suspendiéndose, un riesgo real en estos días), el momento constitucional entraría en un estado de latencia peligrosa, similar al que se desenvolvió entre el cambio de mando de marzo de 2018 (y el desahucio, por el gobierno del presidente Piñera, del proceso constituyente impulsado por la presidenta Bachelet) y el estallido social de 18 de octubre de 2019. Y ello se vería agravado en un contexto de recesión económica global, en el cual ya el ministro de Hacienda ha advertido que estamos ante el que se espera sea el peor trimestre del año en materia económica.[5]
Lo anterior obliga a todas las partes interesadas en dar vida a un nuevo -y definitivo- proceso constituyente a abordar este diálogo no solo con la altura de miras que obliga éste (yendo más allá de las ventajas inmediatas que puede producir la política contingente), sino que con un sentido de responsabilidad cívica e institucional reforzada, pues el “día después de mañana” no puede convertirse en un limbo político nuevamente.
[1] Chile Vamos (2022). Acuerdo Constitucional. Cambios con seguridades y principios claros para Chile. Disponible en: https://bit.ly/3r9pXA5.
[2] VV.A A. (2022). Propuesta para una Nueva Constitución Democrática y de Derechos. 28 de septiembre de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3UPiaW0.
[3] Chile Vamos (2022a). Una Nueva Constitución para Chile – Compromiso de ChileVamos con una Casa para Todos. 08 de julio de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3wVt9Tx.
[4] Martínez, Camila y Paranhos, Simona (2022). “UDI rechaza anuncio del gobierno sobre el aborto: advierte que “enreda” y “cambia el espíritu” del diálogo por proceso constituyente”. La Tercera, 3 de octubre de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3e3HWoG
[5] Bravo, Diego (2022). “La advertencia del ministro Marcel sobre el último trimestre del año: “Probablemente sea el más difícil de todo el año””. ADN Radio, 3 de octubre de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3SEtMJO